Por Adriel Bosch Cascaret
La vida cultural es parte de la práctica social de las personas. Por lo general es analizada de forma individual dentro de las “vidas sociales” por su gran relevancia, y por tanto no es ajena de todo análisis a la hora de hablar de identidad.
La vida cultural incluye todas las actividades y ofertas culturales de diversas índoles y para satisfacer diversos gustos en una localidad o territorio. Depende también de la tradición, preferencia y educación cultural de las personas.
Cuba es un país con una rica y variada cultura y a pesar de ser un pequeño archipiélago, es inmenso su aporte a la cultura universal. Guantánamo es una provincia con fuerte influencia en la cultura cubana. Son muchas las personalidades de la cultura salidas de sus calles rectas, y muchísimas son las agrupaciones e instituciones culturales guantanameras que gozan de prestigio internacional.
La oferta cultural en Guantánamo ha aumentado en los últimos años, como consecuencia del Programa de Desarrollo Local. Son muchas las obras abiertas por este proyecto, dedicadas a la cultura.
Además de la probada calidad de las actividades que se desarrollan en salas, teatros, cines, escenarios abiertos. A esto se suman las actividades en los barrios y centros de salud y educación, las peñas y espacios creados por la Asociación hermanos Saíz, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, el Consejo Provincial de Artes Plásticas en sus salas de exposición, Artes Escénicas, los centros provinciales del Libro, y del Cine, y las actividades en centros gastronómicos y de servicios, y en espacios públicos.
Todo hasta ahora va bien, pero entonces si hay tantas ofertas culturales ¿Por donde anda la vida cultural de los guantanameros?
Las ofertas existen con una buena calidad como media, pero la divulgación de estas es extremadamente mala, no puede ser peor. Por lo general en cada uno de los espacios solo asiste el público habitual y alguna que otra persona que se entera de forma casual. Imposible que avance la vida cultural en el plano individual de cada poblador.
A veces esto incide no solo en pequeños espacios, sino en conciertos de artistas de primer nivel llegados de la capital del país o de hermanas naciones. Presentaciones con un público de no más de 10 personas no es una exageración, claro tampoco es la generalidad, pero abunda el ejemplo. Así es imposible pretender que los habitantes de una localidad incluyan la cultura como prioridad en su agenda social si no conocen nada de lo que se hace culturalmente.
En comunicación lo que no se dice no existe. En este punto sería bueno saber la función que realizan los especialistas en relaciones públicas de cada uno de los centros. ¿Utilizarán todas las vías posibles de comunicación? ¿Serán los más capaces para ocupar esas plazas?
Evidentemente, los relacionistas públicos de las instituciones culturales deben ser de los mejores, que sepan por donde y cuando comunicar y que su capacidad de trabajo este a la altura del reto. Y por otro lado están los medios de comunicación, acostumbrados a que todo se lo sirva en bandeja y deshabituados de salir tras la “papa caliente”, “tras lo último que trajo el barco”.
Directivos, periodistas y realizadores de los medios tienen que dinamizar sus métodos de trabajo, solo así la cultura se abrirá promocionalmente el paso.
Por suerte algunos de los grande eventos logran despegar un poco del estanco comunicativo cultural, dígase Fiesta a la Guantanamera, Festival del Changüí, la Cruzada Guantánamo- Baracoa y las temporadas danzarías.. Pero esto no les toca a todos por igual; el Festival de Interpretación Lilí Martínez Griñan, el Festival de tríos Cantares de América y el Festival de la Canción Infantil “Vocecitas de Cristal”, aun necesitan un mejor impulso en la divulgación.
Otro factor derivado que influye en la participación poblacional en la vida cultural, es el nivel de educación general alcanzada por el pueblo. Sería iluso pensar que la educación cultural sale de la nada, se va formando con el tiempo.
La vida cultural de toda ciudad si es rica y variada, logra que sus habitantes se identifiquen con ella, la defienden aunque no se inmiscuyan, la valoran y sobre todo la mencionan como parte de su orgullo de ser de ese lugar que los vio nacer, crecer o desarrollarse.