Yelines Pérez Flerima es una pequeña de seis años para la cual correr de aquí para allá alborotando la casa, mirar los “muñes”, jugar a las casitas y hacer alguna que otra travesura son sus principales diversiones.
Temprano en la mañana, remolona, porque mamá la levanta y todavía tiene sueño, se alista para ir a su escuela: el seminternado Conrado Benítez García. Como ella, alrededor de 136 mil infantes guantanameros, a diario cambian juguetes por libretas y parten a estudiar sin preocupaciones. Si viviera lejos de esta isla, diferente sería su historia.
En otras latitudes hay niños que también se alistan, pero no preparan sus libros ni pasan horas aprendiendo vocales o números. Su alegría desaparece en la oscuridad de minas y canteras, en el hedor de los vertederos de basura buscando qué comer, o recorriendo las peligrosas calles donde viven. Quienes no deben sufrir, viven los más duros maltratos y humillaciones.
En cambio, en nuestro territorio unas 577 escuelas primarias y 68 secundarias dan acceso gratuito a la enseñanza y sus materiales, así como la posibilidad de continuar estudios hasta el nivel superior, cuando en el mundo se duplican o triplican el precio de matrículas ya altas.
Aquí, desde el primer ultrasonido, los más chicos roban la atención no solo de la familia. Enfermeras y médicos le brindan sin costos el cuidado necesario para que nazcan sanos y crezcan con buena salud, tal como demuestra el índice de mortalidad de 5,8 por cada mil nacidos vivos de Guantánamo en el 2011, cifra comparable con la de países desarrollados.
Y eso sin contar las once vacunas que en este país se les suministran a los infantes contra enfermedades como rubéola, poliomelitis, sarampión, parotiditis, tétano, tos ferina, hepatitis B y difteria, padecimientos que en otras regiones del mundo interrumpen antes de los cinco años la vida de millones de niños.
Hoy, cuando en ocasión del Día Internacional dela Infanciamuchas naciones abogan por la protección de los derechos de los pequeños y su integridad física y social, en Guantánamo y Cuba en general, ellos sentirán la felicitación de sus seres más allegados, serán bienvenidos con una sonrisa a la puerta del colegio, y podrán desandar por las aceras o jugar en parques y plazas sin temor a ser lastimados.