Por Adriel Bosch Cascaret
Foto: Lorenzo Crespo Silveira
Cada fin de semana, la Noche Guantanamera se apodera de la calle Los Maceo desde Bernabé Varona hasta Paseo. El agradable olor a puerco asado, buena comida cubana y la cerveza en lata o embotellada invade el ambiente y junto con la música, invita hasta al más “tieso” a unirse a la ya habitual festividad creada para disfrutar en familia, entre amigos…
Pero en los alrededores de la popular fiesta, otros olores no tan agradables se diseminan por obra y “gracia” de la indisciplina de unos cuantos que sin escrúpulo ni consideración alguna descargan sus desechos líquidos corporales sobre paredes de casa y centros de trabajo.
Al amanecer del lunes, cuando la fiesta ya es historia, el sol se encarga de avivar y redefinir los malos olores, y a los moradores de las casas vecinas y trabajadores de empresas cercanas, no les queda más remedio que limpiar lo que hicieron los sin vergüenza.
Por ejemplo, como una bofetada reciben al transeúnte uno de los laterales de la biblioteca provincial Policarpo Pineda, los pasillo y portal exterior que rodean al Instituto Preuniversitario Urbano Enrique Soto Gómez, o GECA, como se le conoce popularmente.
No es solo el hecho de orinar en cualquier lugar, sino también el acto impúdico de hacerlo lo mismo en una esquina oscura que bajo la iluminación de una bombilla, dejando expuesta su sexualidad y falta de educación, a mujeres, niños o cualquiera que pase o habite por las cercanías, que no tienen porqué observar a la fuerza lo que ni le interesa ni agrada ver.
El fenómeno, aunque predomina en el sexo masculino, no es solo de nosotros. Muchas mujeres, haciendo mil peripecias para buscar la imposible privacidad cercana al tumulto, lo hacen también, sin pensar en cuanto laceran su femenino encanto.
Y el hecho ya no es privativo de la Noche Guantanamera, los carnavales, u otras fiestas populares. En varios rincones de la ciudad se puede encontrar sus huellas sin distinción de fechas y horas, y por solo citar un ejemplo, algunos postes y esquinas de paredes de la cuadra lateral a la cafetería La Ruina, casi a diario amanecen “pintadas” de orine. Todo eso, en contra de la buena imagen del Guantánamo mejor que queremos. Y vamos construyendo.
Tales y tan desagradables realidades revelan que se demanda mayor conciencia y respeto a las normas que signan el comportamiento de los humano. Eso es cierto. Pero si las estrategias que se desarrollan para el disfrute de la población y la necesaria recaudación de dinero circulante, no van acompañada de una férrea exigencia de disciplina social y de la creación de condiciones que la sustenten, como ubicar baños públicos desmontables u otras variantes, es poco probable que esos atentados a las buenas costumbres y al sano disfrute desaparezcan del entorno de nuestras exitosas fiestas a la guantanamera y de la ciudad.