¿Se puede acaso desdibujar del recuerdo un puño firme señalando el futuro desde un balcón de Miraflores, o la sonrisa desprendida de las palabras cuando estalló en colérico desafío la frase “huele a azufre” en la ONU? Más difícil es que la propaganda corroída de la derecha imperial pretenda desfigurar una imagen bajo la lluvia gritando ¡Viva Venezuela!, o invalidar la demoledora pujanza de las verdades que hicieron sucumbir la real paciencia del rey que reclamó el silencio de todo un continente.
La suerte moldeó desde sus pies desnudos el destino del pueblo que lo vio nacer el 28 de julio de 1954 en Sabaneta de Barinas y al que dedicó su primer llanto. Hugo y Elena no advirtieron el carácter que se formaba en el segundo de sus hijos y del que sí sospechó la abuela india Rosa Inés, la misma que lloró cuando por falta de zapatos no lo dejaron entrar al aula el primer día de escuela. Fue así, como el “arañero de Barinas” se imputó la pobreza de otros sobre sus pies.
De la Academia Militar de Venezuela sale con la visión de reformar un ejército que traicionó al país en 1989 durante el Caracazo por no ser de pueblo, y a la sombra del mítico árbol Samán de Güere, fronda que albergó a Simón Bolívar, juró decidir la historia a favor de los pobres.
Así nació el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, que germinó en el éxito popular que significó el intento fallido de Golpe de Estado el 4 de febrero de 1992 y del cual asumió toda culpa, actitud que le valió la prisión. Allí escribe su manifiesto “Cómo salir del laberinto” que se transformó en el programa de lucha política del Movimiento V República fundado en 1997 y con el cual llega a la presidencia en 1998.
Con la nueva Constitución, aprobada en referéndum popular, colocó sobre la nueva República las estrellas de la bandera que ahora hacían honor al hombre que inspiró la segunda y definitiva independencia de la patria grande, esa que unos pocos quisieron destruir en abril 2002 con un Golpe de Estado, pero que la marea de los oprimidos que habían decidido no volver al pasado, lo restituyeron al pilar presidencial en solo dos días. El mundo nunca conoció de una unidad continental tan respetada y temida por sus detractores.
Fue el ALBA, obra que parió junto a Fidel, otro grande de la historia, su legado inmortal, y con las misiones sociales se le pudo ver creciendo desde todos los tiempos levantarse desde la eternidad junto a Bolívar y Martí.
Pudo más que la muerte al sobrevivir a su propio deceso el 5 de marzo de 2013, para combatir desde la estela de patriotas que alumbran desde el cielo de la América muchas batallas de Ayacucho, las que a diario deben pelear los que como él no desean ver caer la bandera de la independencia.
Es por esta razón que la juventud mundial no olvida al hombre de la sonrisa eterna, el que supo devolverle a todo el continente latinoamericano la esperanza de un mundo mejor, ese que se continúa construyendo hoy desde un nuevo Festival mundial de la juventud y los estudiantes, y que contará siempre entre sus invitados de honor con hombres como Hugo Rafael Chávez Frías.
me encantó