Había una vez una hormiga que se cansó de ser quien era. Sentía que era igual a todas las demás hormigas: siempre los mismos movimientos, los mismos horarios, las mismas obligaciones, la misma vida.
Entonces decidió ser como realmente quería ser, una hormiga libre. Moverse a su antojo, hablar según le salieran las palabras, sin reparar en las consecuencias de lo que decía y no estar pendiente de los horarios y reglas que hasta el momento habían guiado su existencia. A partir de ese día cambio totalmente. Por primera vez comprendió que la soledad no la hacía feliz. ((Mención Concurso Dinosaurio 2004)