Por Adriel Bosch Cascaret
Foto: Lorenzo Crespo Silveira
Era un 31 de diciembre como otro cualquiera para muchos, pero para mí representaba el primero lejos de las comodidades citadinas, pues por acuerdo de la familia urbana me tuve que marchar a festejar con la rural, allá donde “se dieron las cuatro voces y nadie las escuchó”.
Faltaba todavía poca más de dos horas para la irrupción de la noche cuando el olor a puerco asado invadió todo el caserío de La Higuereta, integrado por apenas una decena de casas colocadas a dos filas y atravesadas por un camino que sube desde el río y se pierde en las faldas de la montaña.
Las festividades allí –hace diez años-, en medio de un vallecito rodeado de lomas en el municipio de Niceto Pérez, se armaban bien temprano para que cuando a las 6 pm la miniplanta eléctrica iniciara sus pocas horas de servicio, ya todo estuviera listo para encender el único equipo de audio de los alrededores y que los vecinos, casi todos miembros de una misma familia o criados como tal, pudieran darle movimiento al cuerpo al ritmo de la música desde los portales o levantando polvo desde el medio del mismísimo camino.
A diferencia de las áreas urbanas, donde el jolgorio de fin de año se celebra en casa rodeado de los seres más queridos, en el campo es algo fuera de lo común y la noche se vuelve una carrera de intercambios, de compartir en grupo, del recuento de historias de los personajes y mitos de la comarca, del ron tomado a “pico” pasado por decenas de manos y bocas, del dominó subido de tono, del estreno de “la ropita” nueva a la moda de la ciudad pero fuera de contexto muchas veces entre aquellos montes empolvados al extremo; es la noche de baile grupal al ritmo o no de los acordes musicales y del coro desafinado sin la mínima presencia de miedo escénico.
Así, con la llegada del fluido eléctrico, antesala del velo nocturno, los lechones fueron quedando listos para acompañar la cena de cada casa y la gente se fue aclimatando no en los comedores, como se pensaría en la urbe, sino entre las salas y los portales, mostrando los pellejos y masitas de puerco –en algunos casos más modestos, pollo criollo en salsa-, congríes, yucas, plátanos, tomates, lechugas y otros aderezos, sin secretos ni misterios para el ojo curioso.
Después, seguiría el entrar y salir de platos de una casa a la otra en una gran orgía de comidas: Del hogar de Luisa mandan para el de Sobeida y Odalis, del de Sobeida a Odalis y Ulpita, y así sigue un círculo múltiple y apetitoso que pone a duras pruebas hasta a los estómagos mejor entrenados.
Luego, los vecinos van saliendo buscando un espacio no muy lejos del equipo de audio, que con estruendo saca a los cuatro vientos un concierto-mejunje de Los Ilegales, Cándido Fabré, la Original de Manzanillo, Las Chicas del Can, Elvis Crespo, los Van Van y otros grupos por el estilo, que solo disfrutan del todo aquellos que saben “mover los pies” con merengues y salsas y los que ya tienen el alcohol “subido para la cabeza” –estos últimos los que más se divierten y hacen divertir con sus escenas y ocurrencias los demás.
Al rato, según los jóvenes se van incorporando llegan algunos casetes más modernos, y con ellos, los reggaetones del momento hacen acto de presencia y ponen a sacudir a los presentes sin distinción de edad, raza y sexo –en eso el reggaetón es rey.
Mientras unos “mueven el esqueleto” otro conversan con entusiasmo, el dominó es dejado atrás por una disputa sin sentido, y los niños, más alegres que nunca, retozan aprovechando el desvelo autorizado, al tiempo que desde las cercanías llegan algunos “intrusos” a caballo que eran recibidos con comida y ron extendidos –acorde a las leyes de la hospitalidad festiva.
Aprovechando el entretenimiento algunas parejitas de enamorados adolescentes se evaporan en la oscuridad circundante y varios padres corren detrás de su prole para hacerla reaparecer de inmediato y evitar “lamentos” posteriores –sobre todo los que se extienden por nueve meses.
Así el convite fue creciendo: Ya los portales resultaban espacios físicos muy lejanos y el camino simulaba pista de baile mientras la polvareda inundaba los pulmones y la “ropita” nueva se iba cubriendo de un color cenizo.
¡Ya son las doce! ¡Llegamos coño, llegamos!- gritó alguien mirando con cara de asombro su enorme reloj mecánico y entonces los abrazos, besos, cargadas y felicitaciones se hicieron protagonistas, al tanto que de varias viviendas salían cubos de agua y hasta arroz, que unido al polvo imperante armaron un fanguito “duro de matar” para las suelas de los zapatos.
Tras ese instante, la música siguió vibrando un rato más hasta que la miniplanta eléctrica “murió” dejando más reluciente que nunca el “techo de estrellas” del paisaje y a la gente medio brava por no poder seguir la fiesta, al tanto que con pasos lentos iban retornando a sus casas para descansar el ajetreo y ver qué le deparaba el sol del primer día del año, el primado del próximo período de trabajo fuerte frente al surco.
Yo, aunque todo el tiempo sentado desde un rincón huyendo del bullicio y medio enfadado y nostálgico por la lejanía urbana, contemplaba con detenimiento aquella alegría desbordada y forma de celebrar, inusual para mí, al tiempo que anotaba como una de las escenas más memorables de mi vida a aquella fiesta monte adentro.
Base naval Guantánamo
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Por Elizabeth Hernández Fernández
Fotos: Lorenzo Crespo Silveira y Leonel Escalona Furones
Hace 22 años una joven compañía de danza se presentó por primera vez ante el público en la Casa de la Cultura Rubén López Sabariego, de la ciudad de Guantánamo. Con el espectáculo titulado Babul, comenzaron su camino en el arte, mostrando en cada movimiento los sueños y esperanzas que caracterizan a los jóvenes.
De esa experiencia inicial tomaron el nombre, y así nació el Ballet Folklórico Babul, que hoy disfruta del reconocimiento de su pueblo en cada escenario que se presenta.
Su director y fundador Ernesto LLewelyn de La Hera, cuenta que la compañía se creó el 12 de abril de 1994, pero que su aparición pública fue el 17 de noviembre siguiente, por eso se escogió dicha fecha para realizar la temporada del conjunto danzario cada año.
¿Por qué Babul?
“Babul es un canto, un baile, una forma de manifestarse culturalmente en la llamada Tumba Francesa, pero también es un legendario poema de Regino E. Boti, donde el poeta describe las inmediaciones del Guantánamo de esa época.
A las doce de la noche
se improvisa el concierto:
audición de una fanfarria singular.
Súbito brama una fiera: la sirena-cien voces
de un central: fa, fa, fa-sí, fi- ííí.
Y a lo lejos el babul
con el etiópico repique
de los bolillos del catá.
“Para nosotros Babul es el canto de los abuelos, porque nuestros ancestros bailaron en la Tumba Francesa, muchos guantanameros somos descendientes de haitianos, jamaicanos, en fin, parte del ajiaco cultural que es el Caribe”.
¿Cómo evolucionó la compañía en estos 22 años?
“Este tiempo ha sido un recorrido largo. Ahora estamos dando una mirada hacia atrás, para aplicar las experiencias en el presente y con vista al futuro. Babul comenzó con 27 personas, aunque pronto disminuyó la cantidad, luego volvió a aumentar, y hoy en día contamos con 58 integrantes, entre bailarines, administrativos y personal que atiende la instalación.
“A través de los años ha ido cambiando junto con las nuevas generaciones que entraron a formar parte del Ballet, de esa primera formación solo quedamos dos bailarinas, una regisseur, un cantante, un percusionista y yo.
“Actualmente contamos con una veintena de bailarines, 15 músicos y todo un grupo de apoyo, que sin ellos nuestro trabajo no tendría el alcance que tiene. De ellos, nueve bailarines, cinco cantantes, cuatro percusionistas y un trecero son de primer nivel, pero lo que vale no es eso, sino la consagración al trabajo, el resultado de lo que haces, y lo más importante para un artista: el aplauso y el amor de su público.
“Hoy somos una de las compañías más grandes de Cuba, no solo por la cantidad sino por el nivel técnico que hemos alcanzado en el desarrollo del trabajo y de la línea estética de la danza del Caribe, con una nueva nomenclatura en la que vamos a la tradición con nuestro sello.
“Creemos en lo que hacemos, tenemos sueños, pero no paramos solo en soñar, trabajamos para hacerlos realidad y brindárselos al público, eso es lo que ha sido Babul”.
En Cuba existen diversas grupos de danza, ¿qué los distingue entre ellos?
“Existen en el país más de 50 agrupaciones danzarias reconocidas por el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, cerca de 20 son de la línea folklórica, pero lo que distingue a Babul es el toque peculiar que le damos a la música, al canto, a los movimientos, sobre todo a la imagen visual, que ya en la escena, cuando usted mira una obra nuestra y siente los primeros acordes, puede decir: -ese es Babul-, porque la sonoridad caribeña siempre está presente.
“Tenemos un estilo único que nos costó mucho trabajo, llegar e independizar el pensamiento de las demás compañías, porque siempre tomamos los referentes de las de Santiago de Cuba o el Ballet Folklórico Nacional, pero tuvimos que hacer un gran divorcio para tener una línea estética diferente y no parecernos a nadie.
“Babul es uno de los grupos más reconocidos por el pueblo guantanamero, porque bebemos de la sabia de la propia cultura de la provincia y la llevamos a una dimensión mayor. Hemos sabido reconocer y poner en práctica nuestras tradiciones en todos los escenarios donde nos presentamos.
“Estamos marcados por ser de esta tierra, con nuestra particular forma de ver el mundo, que se manifiesta de múltiples maneras en la escena. No dejamos a un lado las raíces y de dónde venimos, estamos lo mismo en las comunidades periféricas de la ciudad que en los teatros y escenarios más importantes.
“El Festival del Caribe es uno de los eventos internacionales en el cual hemos participado varias veces, también estuvimos en dos ocasiones en Francia, visitamos Italia y realizamos una gira por las islas de Guadalupe y Martinica. Además, fuimos parte de la brigada de artistas que iniciaron la Misión Cultura Corazón Adentro en la República Bolivariana de Venezuela”.
Espacios habituales de la compañía
“La Kimbámbula es un espacio en el barrio de San Justo, aunque queremos que se extienda a otros lugares de la ciudad y estamos trabajando para ello; también, Bajo la Ceiba, que lleva más de 15 años realizándose mes tras mes en el parque José Martí de la ciudad de Guantánamo; y Convite, que dedicamos a la danza, aquí en nuestra sede.
“Este, para mí, es un lugar mágico, vinimos hace 9 años, donde antes radicaba el Cabildo teatral, y aunque no nací en esta zona, viví aquí desde los 5 años y por eso lo considero como mío.
“Cuando por diversas razones este local fue abandonado y se deterioró, pedimos que le dieran el espacio a la compañía para darles a los jóvenes un lugar de esparcimiento, donde pudieran nutrirse de la cultura popular tradicional de Guantánamo.
“Se trabajó muy fuerte en la transformación del establecimiento, prácticamente lo levantamos con nuestras propias manos, y así fue como nos hicimos parte de este lugar y los vecinos también se insertaron con nosotros y se apropiaron de nuestro arte.
“Por eso cuando comienzan a sonar los tambores, la población enseguida acude y son ellos mismos los promotores del desarrollo de la cultura en el barrio. Han asimilado el proyecto como algo suyo. Y cuando llevamos mucho tiempo sin ensayos o actuaciones, vienen preguntando- ¡Qué!, ya no van a tocar? Cuándo hay Babul?-como ellos dicen.
Tacatá, tacatá.
Tacatá, tacatá.
Despierta el chico del vecino
y revienta a berrear:
Guantánamo, Sigual.
Grita en la esquina una india
bajo el control del alcohol.
Y a lo lejos el babul
con su trueno a contrapunto
de tamborones y marugas.
¿Cómo se inserta Babul en la enseñanza artística de la provincia y de dónde se nutre?
“Comenzamos con personas que eran instructores de arte y graduados de nivel medio de danza, aunque en su mayoría provenían del movimiento de aficionados que se presentaron en la audición que hicimos. A través de la historia de esta agrupación quienes han suplido muchas veces la carencia de bailarines son personas de la calle que han demostrado su valía y se han hecho grandes maestros.
“Babul ha sido escuela para esas personas y les ha enseñado más que a bailar, a conducirse en la vida, porque los bailarines tenemos muy poco tiempo para desarrollarnos como tal, pues las capacidades físicas cambian con el tiempo y con cierta edad ya no se pueden ejecutar muchos movimientos que exige la danza.
“El artista siempre va por el camino de la realización, pero nunca debe conformarse, pensar que ya lo ha hecho todo porque a veces aparece algo nuevo, y siempre se puede dar más, hacerlo mejor.
¿Qué visión tiene de la danza folclórica en Guantánamo?
“Guantánamo es una ciudad danzante. Es uno de los pocos lugares en Cuba con tantas manifestaciones del folclor, donde las personas cantan, bailan y tocan la música que los identifica. Está el changüí, el son montuno, en la zona de Baracoa, el quiribá y el nengón. Incluso hablando el guantanamero canta, y cuando va caminando, prácticamente anda bailando”.
¿Cuáles son los planes que tienen para el futuro?
“El folclor que estamos haciendo incluye las tradiciones de otros países, específicamente lo que nos han dado parte de su legado. Tenemos obras que tu las miras y es África pura o Haití, Jamaica, Santa Lucia, entre otros.
“Queremos trabajar también la parte hispánica del cubano, porque cuando bailas un zapateo, es parte de nuestra cultura, queremos incursionar en los bailes del campesino: el quiribá, el nengón, el aeroplano, la pasión, miel con ñame, que todavía no están insertadas en nuestro repertorio activo, pero planeamos hacerlo.
“Estamos buscando todos los elementos para las obras, porque el arte hay que pensarlo, debe tener un sentido práctico, un discurso coherente, una historia. Se debe que tener en cuenta muchas cosas: en qué época se bailó ese tipo de danza, el vestuario que se usaba, el calzado, la utilería, en fin, estudiar todo muy bien… y para tener un final feliz, no importa que sea una tragicomedia, yo siempre trato de darle a mis obras un final alegre y que la gente se vaya satisfecha de ver el espectáculo”.
Y a lo lejos el babúl
como un coro perennal:
tamborones y marugas
y estertores del catá.
BABUL. Babul. Babul.
Babul afrocubano,
ancestro del jazz-band,
babul, babul.
Tacatá, tacatá.
Tacatá, tacatá.
Babul.
Ba – bul.
(Sólo un efecto musical.)
Hay quienes logran contener la emoción y el dolor y otros no pueden evitar el llanto. Hay muchas formas para que la gente con humanismo, de bien y sobretodo las revolucionarias, expresen su sentir ante el fallecimiento de Fidel Castro, nuestro Comadante en Jefe.
Hoy se llora, pero desde hoy mismo se levanta el compromiso con mantener su legado, su pensamiento, su gran obra, que no es otra que la propia Revolución, que en realidad no es solo suya, sino de todos y todas.
Aquí va una muestra de lo que digo en las imágenes del homenaje guantanamero en la Plaza de la Revolución Mariana Grajales. Las fotos son de mis colegas Lorenzo Crespo Silveira y Leonel Escalona Furones. ¡Tanto dolor no se inventa, se gana!
Desde ayer en la Plaza de la Revolución Mariana Grajales, al igual que en otros 25 puntos de la geografía de Guantánamo, el pueblo del extremo-oriente cubano realiza su homenaje a Fidel Castro, tras su muerte física el pasado 25 de noviembre.
Emoción, llanto, juramentos de fidelidad y continuidad de su obra y mucho amor por el Líder la Revolución Cubana, fue lo que se pudo palpar. Aquí va una muestra en imágenes de mis colegas Lorenzo Crespo Silveira y Leonel Escalona Furones.