Texto y fotos: Adriel Bosch Cascaret
Allí, pasado el poblado de Cajobabo, el Bosque Martiano y el campismo, y camino a la Playita del desembarco, el Museo 11 de Abril se erige en el mismo lugar en que estuviera la casa de uno de los descendientes de Salustiano Leyva, el niño en cuyo hogar estuvo Martí tras arribar a Cuba en 1895 y que cien años después le pudo contar los pormenores de aquella visita a Fidel Castro.
Esta institución, considerada como museo municipal de Imías, en sus salas trata de contar sobre la presencia allí del Apóstol cubano, y también la forma de vida e historia de ese territorio guantanamero.
José Martí
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Texto y fotos: Adriel Bosch Cascaret
Ni la legión de mosquitos que salen al encuentro tan solo al sentir cercanía humana, ni el calor agobiante del semidesierto cubano, logran restarle belleza al bosque martiano de Cajobabo, en Imías.
Allí, el sendero de uno 800 metros de largo corta en zigzag el bosque diverso de 5.43 hectáreas, en ciertas áreas pantanoso, que recrea las 32 especies de árboles que José Martí mencionara en su diario de campaña desde su desembarco en el propio Cajobabo el 11 de abril de 1895 hasta su muerte en Dos Ríos el 19 de mayo siguiente.
Algodón, Almácigo, Ateje, Bagá, Cacao, Café, Caimito, Caimitillo, Caña, Caoba, Cedro, Coco, Copey, Ceiba, Dagame, Ébano, Espino, Guanábana, Guayaba, Guásima, Guayacán, Güira, Higo, Higuereta, Jagua, Jaragua, Jatía, Jigüe, Jobo, Jocuma, Jubabán, Júcaro, Limón, Majagua, Majagua de Cuba, Mango, Mije, Majesí, Naranja agri, Naranja dulce, Palo Amargo, Palma Real, Pajuá, Pino, Plátano, Pomarrosa, Roble Prieto, Sabina, Tuna, Yagruma, Yamagua, Yaya, Yarey, es el nombre de las nombradas por el Apóstol cubano, a las que se unen otra treintena de especies endémicas de la costa sur guantanamera.
Texto y fotos: Adriel Bosch Cascaret
El rumor del mar al batir la costa, la suave brisa que de vez en vez se envalentona y te llena los pulmones de aire puro, la fusión de arrecife, acantilado y playa de piedras y el azul subido de tono del manto acuífero que se extiende a la vista, hacen de Cajobabo un lugar con magia; sensación que se agiganta cuando uno sabe de la importancia de ese pedacito guantanamero para la historia patria.
Es inevitable al recorrer sus contornos no sentir la admiración, el honor, la coincidencia de desandar por el mismo lugar por el que José Martí y Máximo Gómez llegaron a Cuba en 1895, y de pensar en los difícil que debió ser la noche de ese 11 de abril, con tormenta incluida, para que el pequeño bote de madera pudiera tocar tierra sin desintegrarse por esa zona minada de crestas rocosas.
Hoy, allí, al pie de la alta muralla terrestre, sin casi resguardo del oleaje caribeño, se alza el monumento de mármol y granito que perpetúa la llegada de los líderes y que ha servido de justificación para que muchos otros vayan allí al rencuentro, a beber del pretérito, a mirar al futuro sin olvidar el precedente.
Por Martha Reyes Noa
El primer contacto de José Martí con la región de Guantánamo acontece en 1889 cuando remite desde los Estados Unidos ejemplares de La Edad de Oro, pertenecientes al primer número de las cuatro revistas redactadas por él para los niños de América y que serían distribuidas en la Isla.
A raíz de una convocatoria del Maestro al compatriota Amador Esteva Mestre, radicado en la llamada ciudad del Guaso y miembro de la Sociedad Cultural La Luz, con el fin de que ayudara en la búsqueda de un agente para la circulación de los textos por todo el oriente cubano, tarea que el propio Esteva asume junto a su hijo Jaime. La gestión inicia precisamente en ese ateneo donde solían reunirse personalidades de sentimientos independentistas.
La edificación, en la actual intersección de las calles Calixto García y
Emilio Giró, es hasta ahora la única todavía en pie entre los inmuebles relacionados con la Edad de Oro, aseguró el Dr. Jorge Lozano, Asesor de la Oficina del Programa Martiano.
El local está señalizado con una tarja colocada por los martianos del territorio en el 2003, mientras importantes pruebas documentales permanecen en el voluminoso archivo de Regino Eladio Boti, Poeta Mayor del Alto Oriente cubano, también historiador, abogado, escritor y pintor.
Aquí va uno de los textos enviados por Martí a Amador Esteva, encomiándole la misión vinculada a la recepción y distribución de La Edad de Oro. El mismo se conserva en el archivo de Boti:
Nueva York, 27 de julio de 1889
Mi muy querido Amador:
Me va a decir egoísta y hombre despreciable, que sólo se ocupa de sus amigos cuando los puede necesitar pero usted sabe que no es así, y que yo no tendría gusto mayor que el de serle útil aunque de tanto escribir le tengo ya ojeriza la pluma, y se quedan por eso los que más quiero sin mis cartas. Esta misma, valgan verdades, no se la escribiría, de puro abochornado, si no le hubiese ofrecido al editor de La Edad de Oro, buscar, por medio de usted un buen agente en Guantánamo. Usted debe haber recibido la circular, porque yo se la mandé y ahora recibirá el primer número. Dígame si he salido airoso, y si he dado con la manera de hablar con la gente menor.
Lo que le ruego, pues, es que recoja usted del correo ese paquete de 20 ejemplares del primer número que le he certificado, y lo ponga en manos, con la carta adjunta, de aquella persona que por oficio o por afición pudiese servir en su concepto con más eficacia a La Edad de Oro, que, no debe caer mal en Guantánamo, a juzgar por dos cartas recibidas de allí en respuesta a la circular. En la carta adjunta van las condiciones de la Agencia. Tanto el editor como yo vemos esto como una empresa del corazón, y no de mero negocio como notará usted en cuanto hojee el número, así que en el corazón quiero interesarle, aunque sea una sencillez, a ver si encarga usted de esto a persona que ponga empeño de amigo, y que dé buenas cuentas. De esto no se me ha de excusar, sino de hacer como yo, que en lo propio soy moroso, y diligente en lo ajeno.
De su casa sé siempre por Carmita: Eudosa, Reina: las niñas princesas, Jaime el honor del apellido. Con que valga lo de su padre en talento y en resignación, tendrá bastante para que lo quiera de veras este huraño y leal amigo.
José Martí