Por Adriel Bosch Cascaret
Foto: Lorenzo Crespo Silveira
Era un 31 de diciembre como otro cualquiera para muchos, pero para mí representaba el primero lejos de las comodidades citadinas, pues por acuerdo de la familia urbana me tuve que marchar a festejar con la rural, allá donde “se dieron las cuatro voces y nadie las escuchó”.
Faltaba todavía poca más de dos horas para la irrupción de la noche cuando el olor a puerco asado invadió todo el caserío de La Higuereta, integrado por apenas una decena de casas colocadas a dos filas y atravesadas por un camino que sube desde el río y se pierde en las faldas de la montaña.
Las festividades allí –hace diez años-, en medio de un vallecito rodeado de lomas en el municipio de Niceto Pérez, se armaban bien temprano para que cuando a las 6 pm la miniplanta eléctrica iniciara sus pocas horas de servicio, ya todo estuviera listo para encender el único equipo de audio de los alrededores y que los vecinos, casi todos miembros de una misma familia o criados como tal, pudieran darle movimiento al cuerpo al ritmo de la música desde los portales o levantando polvo desde el medio del mismísimo camino.
A diferencia de las áreas urbanas, donde el jolgorio de fin de año se celebra en casa rodeado de los seres más queridos, en el campo es algo fuera de lo común y la noche se vuelve una carrera de intercambios, de compartir en grupo, del recuento de historias de los personajes y mitos de la comarca, del ron tomado a “pico” pasado por decenas de manos y bocas, del dominó subido de tono, del estreno de “la ropita” nueva a la moda de la ciudad pero fuera de contexto muchas veces entre aquellos montes empolvados al extremo; es la noche de baile grupal al ritmo o no de los acordes musicales y del coro desafinado sin la mínima presencia de miedo escénico.
Así, con la llegada del fluido eléctrico, antesala del velo nocturno, los lechones fueron quedando listos para acompañar la cena de cada casa y la gente se fue aclimatando no en los comedores, como se pensaría en la urbe, sino entre las salas y los portales, mostrando los pellejos y masitas de puerco –en algunos casos más modestos, pollo criollo en salsa-, congríes, yucas, plátanos, tomates, lechugas y otros aderezos, sin secretos ni misterios para el ojo curioso.
Después, seguiría el entrar y salir de platos de una casa a la otra en una gran orgía de comidas: Del hogar de Luisa mandan para el de Sobeida y Odalis, del de Sobeida a Odalis y Ulpita, y así sigue un círculo múltiple y apetitoso que pone a duras pruebas hasta a los estómagos mejor entrenados.
Luego, los vecinos van saliendo buscando un espacio no muy lejos del equipo de audio, que con estruendo saca a los cuatro vientos un concierto-mejunje de Los Ilegales, Cándido Fabré, la Original de Manzanillo, Las Chicas del Can, Elvis Crespo, los Van Van y otros grupos por el estilo, que solo disfrutan del todo aquellos que saben “mover los pies” con merengues y salsas y los que ya tienen el alcohol “subido para la cabeza” –estos últimos los que más se divierten y hacen divertir con sus escenas y ocurrencias los demás.
Al rato, según los jóvenes se van incorporando llegan algunos casetes más modernos, y con ellos, los reggaetones del momento hacen acto de presencia y ponen a sacudir a los presentes sin distinción de edad, raza y sexo –en eso el reggaetón es rey.
Mientras unos “mueven el esqueleto” otro conversan con entusiasmo, el dominó es dejado atrás por una disputa sin sentido, y los niños, más alegres que nunca, retozan aprovechando el desvelo autorizado, al tiempo que desde las cercanías llegan algunos “intrusos” a caballo que eran recibidos con comida y ron extendidos –acorde a las leyes de la hospitalidad festiva.
Aprovechando el entretenimiento algunas parejitas de enamorados adolescentes se evaporan en la oscuridad circundante y varios padres corren detrás de su prole para hacerla reaparecer de inmediato y evitar “lamentos” posteriores –sobre todo los que se extienden por nueve meses.
Así el convite fue creciendo: Ya los portales resultaban espacios físicos muy lejanos y el camino simulaba pista de baile mientras la polvareda inundaba los pulmones y la “ropita” nueva se iba cubriendo de un color cenizo.
¡Ya son las doce! ¡Llegamos coño, llegamos!- gritó alguien mirando con cara de asombro su enorme reloj mecánico y entonces los abrazos, besos, cargadas y felicitaciones se hicieron protagonistas, al tanto que de varias viviendas salían cubos de agua y hasta arroz, que unido al polvo imperante armaron un fanguito “duro de matar” para las suelas de los zapatos.
Tras ese instante, la música siguió vibrando un rato más hasta que la miniplanta eléctrica “murió” dejando más reluciente que nunca el “techo de estrellas” del paisaje y a la gente medio brava por no poder seguir la fiesta, al tanto que con pasos lentos iban retornando a sus casas para descansar el ajetreo y ver qué le deparaba el sol del primer día del año, el primado del próximo período de trabajo fuerte frente al surco.
Yo, aunque todo el tiempo sentado desde un rincón huyendo del bullicio y medio enfadado y nostálgico por la lejanía urbana, contemplaba con detenimiento aquella alegría desbordada y forma de celebrar, inusual para mí, al tiempo que anotaba como una de las escenas más memorables de mi vida a aquella fiesta monte adentro.
Niceto Pérez
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El municipio de Niceto Pérez aumenta su entrega, aunque directivos y productores afrontaron afectaciones con el pienso previsto.
Por Víctor Hugo Purón Fonseca y Adriel Bosch Cascaret
Fotos: Lorenzo Crespo Silveira
El 83 por ciento de la carne de cerdo entregada para el plan de la empresa Porcina provincial durante el pasado año provino de las 220 mil 196 cabezas de precebas, incluidas en los convenios con productores de esta actividad en la provincia.
Por su parte, las cebas terminales también incluidas en convenios suministraron el 14 por ciento, lo cual contribuyó al cumplimiento de las cuatro mil 482 toneladas de carne previstas por Porcino para el 2011.
Al destacar el rol de estos acuerdos en la consecución de los planes, Yoelvis Torres Borbón, director técnico y de desarrollo de la entidad porcicultora guantanamera, destacó que los referidos a precebas ofrecen más seguridad como primera fuente de cumplimiento, en lugar de la compra de animales de traspatio.
Actualmente existen más de nueve mil 675 animales en 104 convenios al destete, y 509 cabezas en 201 de reproductoras, y se prevé incluir en estas modalidades durante el presente año unas 20 mil precebas, informó el funcionario.
Sobre esa base se incrementó a cuatro mil 90 el plan de carne de la entidad para el 2012.
Durante el mes final del año la entidad tuvo dificultades con la entrega del maíz, como componente de la fórmula, establecido para los productores en convenio, aunque a la postre se cumplió en el pienso, precisó Torres Borbón.
Con tres mil precebas en 27 convenios, el municipio de Niceto Pérez es uno de los que cumplió y sobrecumplió sus planes porcinos en la más reciente etapa.
El aporte de la localidad durante 2011 fue de 384 toneladas de carne, de las 247 planificadas.
Sólo en el mes final del año entregaron algo más de 37 toneladas, de 22 planificadas, sobre todo por el desempeño de los productores adheridos a las diferentes modalidades de convenios con la empresa.
Durante el corriente año han previsto acopiar no menos de 340 toneladas de carne cada mes, como resultado de los convenios.
De acuerdo con George Creagh Rodríguez, director municipal de Porcino en esa localidad, cuentan también con 206 reproductoras y un centro de monta con 17 machos.
Transmite que el principal problema con los productores es el alimento que se debe entregar, pues “nunca se vende en tiempo el total acordado en el convenio, y eso atrasa los puercos, de manera que en este momento hay deuda de pienso con algunos”, asegura.
Porcino no pone el macho y la comida aquí, como debe
El productor Pedro Monner Reyes, de 71 años, se precia de ser un buen agricultor, porque “cumplo mis compromisos y entrego lo que debo”.
Campesino desde muy joven, entregó el año último cerca de 40 toneladas de carne, en sendos convenios de 120 y 200 cerdos recibidos al destete.
Este usufructuario de una caballería de tierra para ganado vacuno y porcino, por el Decreto Ley 259, en las cercanías del poblado de Vilorio, tiene ahora a su cargo 200 precebas.
“Los primeros me salieron como promedio a 104 kilos de peso, pero la inestabilidad con el pienso ha sido mucha y golpea”, aprecia.
Adelanta que ahora hay pienso y espera que continúe así cada mes, porque el fallo con el alimento ha disgustado a otros productores, aunque no a él, porque gestiona.
“Pero Porcino no pone el transporte para cargar nada hasta aquí, ni los puercos, ni el pienso, si bien la empresa ha suministrado otros recursos diversos, y a mí me dio 10 bolsas de cemento para la fabricación de las cochiqueras”, relata.
Monner se estableció en estas tierras hace cuatro años, durante los cuales ha ido fomentando prestigio como buen productor.
En su condición de ganadero, cuenta también con 25 cabezas de vacuno, actualmente con cuatro vacas en ordeño, de las cuales entrega diariamente unos 20 litros de leche para la industria.
Ha sembrado king grass en las inmediaciones, donde también fomenta una ceba de dos centenares de pollos giroplateados y camperos para carne.
“Estoy tratando de resolver un molino para producir forraje, y que me completen la extensión de tierra, para poder sembrar más alimentos y ampliar la masa, porque en realidad sólo tengo acceso a utilizar seis caroes de la caballería que se me otorgó, y la delegación de la Agricultura en el municipio ha sido morosa en resolverlo”, dice Monner.
Por último, asegura que se dedica a la porcicultura porque le gusta y ve resultados, aunque la actividad exige sacrificios y dedicación todo el tiempo, y cumplir con disciplina y organización la atención a la masa.
Esta mujer no es vaga, ni boba, ni pierde el tiempo. Aunque el café es su principal cultivo, en la finca Morropó el pensamiento es aumentar y diversificar los alimentos que se obtienen con el trabajo campesino.
Por Víctor Hugo Purón Fonseca y Adriel Bosch Cascaret
Fotos: Lorenzo Crespo Silveira
El campesino que no aprovecha las actuales condiciones para producir y ganar es un bobo o un vago, concluye con énfasis y seguridad la productora Eglis Caridad Gómez Soto, desde su finca integral Morropó, en San Carlos, zona de La Tontina, perteneciente al Consejo Popular de Maca, municipio de Niceto Pérez.
¿Por qué?
Difícil es precisar cuáles de sus amores agrícolas entusiasman más a esta campesina montañesa, quién es también diputada guantanamera a la Asamblea Nacional del Poder Popular: si el café, cultivo principal de su finca de una caballería y dos caroes, la producción de leche, con la que abastece a dos bodegas, o la de carne porcina, por sólo citar algunas.
Además de esta finca de herencia familiar, la dedicación de esta productora se extiende a otra caballería en usufructo por su esposo, Luis Cintra Lora, concedida hace dos años por estar antes ociosa, a tenor del Decreto Ley 259, en la cual se desarrolla fundamentalmente frutales y ganadería, con 113 cabezas, 30 de ellas vacas, seis en ordeño actualmente.
Al concluir recientemente la zafra cafetalera, esta asociada a la cooperativa de créditos y servicios Camilo Cienfuegos acopió 400 latas, con lo que creció en comparación con la anterior, en que obtuvo 351, en sus cuatro caroes, dos de los cuales están en desarrollo, aunque ya aportaron los primeros granos en esta campaña.
Pero lo más notable en su propósito de reordenamiento y crecimiento cafetalero, para llegar a no menos de mil latas antes del año 2015, es el vivero para 200 mil posturas de este y otros cultivos, que actualmente fomenta, con el propósito de aportar posturas también a otros agricultores de la zona, colindante con la provincia de Santiago de Cuba, exactamente con la circunscripción de La Josefina, del Consejo Popular de Ramón de las Yaguas, del municipio de Songo-La Maya.
Ya en enero llegaron a las primeras 40 mil bolsas de polietileno llenas con materia orgánica, obtenida en el área dispuesta para el compost en la propia finca.
Cintra, como productor lechero, aporta los 70 litros contratados mensualmente con las bodegas de La Tontina y La Josefina, aunque suele producir más. En ocasiones, sueltan las vacas para que los terneros mamen el excedente.
En plena serranía, al cabo de fragosos caminos montañeses y varios cruces de ríos, a más de 40 kilómetros de la ciudad de Guantánamo, la activa familia entregó una tonelada y media de carne de cerdo el pasado año y contrató aportar seis y media en febrero próximo, al término del actual convenio de 100 precebas, con la empresa porcicultora de Guantánamo. En marzo o abril, acordará un nuevo convenio de 400 precebas.
Ello, sin contar los kilogramos que sumarán las cebas terminales con cabezas propias.
¿Qué afecta para un desarrollo similar de otros agricultores de la zona? La respuesta de Eglis es precisa y certera:
“Yo gestiono mucho y me meto en el problema para resolverlo, pero otros productores de esta cooperativa tienen problemas con la aprobación de los créditos. Por falta de apoyo y respaldo de la directiva de la CCS en los trámites el papeleo se traba.
“No todo el mundo tiene el mismo conocimiento y habilidad para estas diligencias, que debe asumir la dirección de la CCS, y hay que tener en cuenta que el reordenamiento cafetalero necesita recursos financieros a disposición del productor, de modo que la CCS tiene que hacer más en el sentido de favorecer el acceso a ellos”.
En relación con el convenio porcino, admite que careció del pienso en un momento porque lo manejó mal, pues la entrega como parte del convenio debe ser bien controlada, de modo que se combine con lo que aporta el productor. “No obstante, suplimos esa falta con maíz, boniato, yuca y caña, e incluso mango y aguacate, producidos suficientemente en la finca para la alimentación animal”.
Refiere que un campesino debe producir diversos alimentos, como es su caso, con viandas, maíz y frijol, aprovechables tanto para la alimentación humana como animal, pues, aparte de los integrantes de la familia, cuenta con siete trabajadores para las diferentes actividades a los que también debe brindarles alimentación en ocasión de cosechas y otras contingencias.
Tampoco faltan los medicamentos para la masa porcina, y Eglis agradece las visitas de los dirigentes y técnicos que atienden la actividad en la empresa.
Como medida de la utilidad económica que representa para la familia campesina insertarse en convenios como éste de producción de alimentos, refiere que, si bien representa también trabajo, sacrificio y consagración, sólo la venta de la carne, en la actual contratación, representará una ganancia de 72 mil pesos, y sólo gastó 21 mil en lograrlo.
“Por eso afirmo que los campesinos que no lo hacen son bobos o vagos, y están perdiendo el tiempo, en lugar de dedicarse a obtener resultados que significan producir más para la alimentación del pueblo a la vez que les proporciona beneficios monetarios cuantiosos, para mejorar el nivel de vida de ellos y sus familias”, reafirma, sonriente.
Ella, por supuesto, piensa en grande. Con el propósito de ampliar las crianzas deberá invertir en la construcción de naves, y sólo lamenta que sea baja la calidad de, por ejemplo, los bloques que ya adquirió como parte de la oferta de esos enseres de construcción puestos a disposición de los interesados en la red de comercio, a precios no subsidiados.
Desearía, igualmente, que el mercado ofertara tetinas, artilugios que se instalan para permitir beber agua a los cerdos en los corrales, que considera imprescindibles para una buena crianza intensiva de tan popular y demandada fuente de proteínas y grasas.
Tampoco renuncia a la idea de conseguir el asesoramiento y la tecnología para instalar un biodigestor, conveniente por el incremento previsto de cabezas, que producirían desechos considerables aprovechables para producir biogás con fines energéticos.
Las reproductoras es otra de las modalidades de convenio que le interesa poner en práctica, pero encuentra dificultades, para hacerlo como considera deben ser las condiciones correctas, en la carencia de algunos materiales, como cubiertas de tejas, por lo cual no ha incorporado aún las cerdas a sus rebaños.
Las industrias locales varias aprovechan los recursos de la localidad, crean puestos de trabajo y satisfacen necesidades de la población en Guantánamo.
Por Adriel Bosch Cascaret y Víctor Hugo Purón Fonseca
Fotos: Lorenzo Crespo Silveira
“Las chancletas de plástico de diferentes tamaños, los bolsos nailon y las escobas de guano son los artículos más demandados entre los que recibimos del taller de artesanía”, declara, solícita, Odalis Matos Aguilar, administradora de la unidad comercial 103, del poblado de Vilorio, en el municipio de Niceto Pérez.
La venta de sus producciones a la población en las propias localidades donde están ubicadas, es una de los objetos sociales de los 11 talleres artesanales de la empresa provincial de Industrias Locales Varias (VELISAS), como el aludido en el párrafo anterior.
El aprovechamiento de los recursos naturales de la localidad para satisfacer necesidades de la población de los propias comunidades, y crear nuevos puestos de trabajo caracterizan estas pequeñas industrias, donde se realizan creadoramente oficios y habilidades de utilidad práctica, explica Tania Cuevas Prudencio, especialista de producción de VELISAS.
Los artículos generados por las manos de los artesanos guantanameros en estos talleres son comercializados tanto en moneda nacional como en CUC, de acuerdo con las solicitudes y contratos entre la empresa provincial y las entidades encargadas de su puesta en el mercado.
Incluso, durante el año pasado estos talleres aportaron más de 15 mil pesos en moneda convertible (CUC), por concepto de exportaciones, en particular de cofres marqueteados, baúles, morteros, claves, maracas, juegos de doiles de fibras naturales y tallas en coco de avispas y pájaros.
También contribuyeron al plan de inversiones de la vivienda, al fabricar mesas, sillas, puertas, ventanas y cabos para martillos, artículos de madera que no sólo se comercializaron en Guantánamo, sino también a través de las empresas Universales de las provincias de Granma y Holguín, y con otras entidades de Santiago de Cuba y La Habana.
El de Vilorio, ampliado a un valor de 88 mil pesos, es uno de los cuatro talleres de la provincia que combinan los servicios de carpintería, soldadura, artesanía y confección textil. En el municipio hay otros en El Silencio y La Yaya, cabecera del término.
Inaugurado el 13 de agosto de 2010, en el establecimiento anteriormente ocupado por una dependencia de la empresa pecuaria Iván Rodríguez, laboran siete trabajadoras, diestras en artesanía y confecciones, aunque actualmente carecen de personal capacitado para carpintería y soldadura.
El año pasado cumplieron al ciento por ciento su plan en valores, al producir por 134 mil 500 pesos, de acuerdo con la administradora Oneida Castillo Mustelier, también tapizadora, quien precisa que durante 2012 deben lograr 140 mil pesos.
Las líneas actualmente asumidas por las esforzadas féminas de Vilorio incluyen tapicería, chancletas, sábanas, billeteras, servilletas, pantalones, camisetas, piezas decorativas con naturaleza muerta, bolsos de sacos de nailon y jabas del último material y escobas de guano, entre otros.
Para la realización de muchos de estos trabajos las propias artesanas recolectan en los campos cercanos materiales silvestres, como semillas y hojas secas de yagruma, pencas de guano, ramas para palos de escobas, cáscara de anacahuita y similares, para lo cual no siempre reciben con el transporte solicitado a la base de carga del municipio.
Otros materiales empleados, que son asignados a través de la empresa provincial, son limas, vinil, pigmentos, hilo, puntillas, tejidos, pegamentos y madera comprada a las empresas forestales de los distintos municipios.
“La labor en el taller requiere de creatividad, esfuerzo, sacrificio, y el sistema de pago es el adecuado para nuestra actividad, pues depende del cumplimiento del plan; se incrementa el salario si se sobrecumple, y se penaliza si se incumple”, explica la administradora.
La disponibilidad de envases y embalajes para la presentación y comercialización de sus producciones está entre los problemas que aún debe resolver VELISAS, lo cual es un elemento estético cuya falta se advierte en la oferta de esta entidad.
La mayor satisfacción para la administradora del complejo de Vilorio es que los productos elaborados por el colectivo son vendibles y aceptados por la población, como señala la administradora de la tienda del poblado, y que se comercializan también a través de la empresa Universal Mayorista en Guantánamo.
Los resultados halagüeños de la cosecha actual son sólo una parte de la labor en el rubro exportable y sustituto de importaciones.
Por Adriel Bosch Cascaret y Víctor Hugo Purón Fonseca
Fotos: Lorenzo Crespo Silveira
Los caficultores del municipio de Niceto Pérez están satisfechos no sólo por haber cumplido el plan de recogida y continuar aportando, sino, sobre todo, por el despulpe, pues este mide la eficiencia conseguida y la entrega de mayor cantidad de grano de calidad para la exportación y la sustitución de importaciones.
Las viejas máquinas de Casimba y La Higuereta han beneficiado 45 mil 755 de las 67 mil 577 latas acopiadas por los productores, entre los cuales prevalecen las pequeñas fincas campesinas, en 11 cooperativas de créditos y servicios, junto a las tres de producción agropecuaria y similar cifra de unidades básicas de producción cooperativa.
Y son estas acciones las que contribuyen a dar brillo a esta especie de oro aromático de las montañas a más de medio centenar de kilómetros al oeste de la ciudad de Guantánamo.
Precisamente los buenos contratos realizados entre estas bases productivas y la Empresa Agropecuaria Niceto Pérez, permitieron que mediante la exigencia y control se cumplieran casi todos los compromisos pactados, y en buena parte, se sobrecumplieran, según Obel Pérez Asín, director de esa entidad.
Tanto él como Jorge Joseph Lahera, jefe de producción de la empresa, aprecian estos resultados como parte de un sistema de trabajo, que, desde febrero del año anterior, incluyó la capacitación de los productores en las diferentes actividades del cultivo y a los trabajadores de la industria.
Un sistema de trabajo
De hecho, aunque se cumplió el estimado de recogida y siguen aportando unas mil latas por encima, además de las entregas de las toneladas previstas mensualmente hasta marzo a la procesadora Altoserra, en los cafetales que ya florecen de nuevo se abrió, con la agrotecnia a las plantaciones, el quehacer para la venidera cosecha.
La mayor exigencia a los productores por la calidad del grano entregado actuó favorablemente también para el recogedor, relacionado con los precios incrementados de la lata, reconocen los directivos, aunque admiten que inicialmente algunos no comprendían totalmente el sistema, integrado a las actividades del reordenamiento cafetalero, para incrementar cuantitativa y cualitativamente este rubro.
Dicho sea de paso, informan el director y el jefe de producción, en otras épocas y con mayor área plantada estas montañas llegaron a aportar 365 mil latas en una temporada, si bien las proyecciones hasta el 2015 se fundamentan en menor área pero con cafetales renovados, más vitales y efectivos. Ya en 2010 se sembraron 60 hectáreas, en el 2011, 160 y en el año en curso no serán menos de 250 nuevas hectáreas plantadas.
“Para llegar a entregar 195 toneladas de café de calidad en 2015, en áreas de esta empresa Agropecuaria deben recogerse más de 93 mil latas, y eso amerita el esfuerzo que vienen realizando los caficultores”, aprecia el joven rector de la actividad.
Todavía quedan cafetales veteranos, rayanos en la obsolescencia, pues dan fruto sólo en las nuevas ramas, mientras las plantas bisoñas paren en todas, lo cual hace evidente la necesidad de sembrar y atender culturalmente las plantaciones, subrayan los empresarios.
Significativamente, sólo en el último año se produjeron más de 800 mil posturas en los montes niceteros, muy por encima del plan, y, aunque se han previsto 740 mil para el corriente, podrían crear hasta un millón, como reserva para adelantar los programas de plantación.
Pérez Asín y Joseph Lahera explican que la estrategia es sembrar no menos del 90 por ciento del plan entre abril y junio, aunque también, por las condiciones propias de la localidad, pueden hacerlo en parte entre agosto y octubre, simultaneando con la recogida, entonces en pleno auge.
En Casimba está una de las despulpadoras más antiguas de la provincia. “Data de 1933, y sigue con los mismos hierros, reparada y acondicionada para cada zafra”, asegura Daniel Selfrat Creagh, director de la unidad empresarial de base de beneficio de café, que atiende también la despulpadora de La Higuereta.
Al inicio de la cosecha, dice, hubo algunas roturas, pero los 43 trabajadores, con su esfuerzo, la mantuvieron de alta y mejorando hasta crecer en todos los indicadores en comparación con la campaña anterior, desde la compra, el despulpe, el secado y la transportación del producto.
“El 79, 7 por ciento del café molinado salió de primera y segunda; por eso hemos podido cumplir los envíos contratados con la empresa de beneficio en Guantánamo”, señala con visible satisfacción.
Ello fue posible, analiza, porque el 81 por ciento del café adquirido con los productores, en la zona de Casimba, cumplió con los requisitos para el despulpe, por la buena recepción en los puntos, el vínculo directo con los finqueros y la capacitación al personal del beneficio para potenciar el proceso.
También expone como factor que llevó al éxito el clima favorable; no se produjeron fuertes lluvias, que en ocasiones dificultan el paso de los ríos y entorpecen el tránsito por los caminos de montaña.
En el viejo edificio de madera y techo de plancha, y en los secaderos adjuntos a pleno sol, se acumulan decenas de toneladas en proceso, con las mejores calidades obtenidas, lo cual sustenta las aseveraciones más optimistas de que entregarán los volúmenes pactados que aún restan.
Al concluir próximamente estas labores iniciarán las reparaciones y adecuaciones necesarias, para el propósito de crecer en cantidad y calidad en el proceso en la próxima zafra.
Garantía de desarrollo
Que sólo estén produciendo, ahora, la mitad de sus cuatro caroes de café lo consideran una garantía de desarrollo la productora Eglis Caridad Gómez Soto y su esposo Luis Cintra Lora, en su finca Morropó, en el barrio de San Carlos de La Tontina, casi en los límites con el municipio santiaguero de Songo-La Maya.
“Son dos caroes en desarrollo, que empezarán a producir la venidera zafra. Y no pararemos has lograr las mil latas en apenas dos venideras cosechas, aunque este año sólo llegamos a las 400, pero vamos con paso seguro”, refiere la productora, que de inmediato conduce a los visitantes a apreciar un vivero para 200 mil posturas.
“Estas plantitas las destinaremos no sólo para renovar nuestro cafetal, y no únicamente serán posturas de café; las venderemos a los demás productores de la zona, también empeñados en mejorar sus fincas, con el propósito de aumentar y dar más calidad a su cultivo principal y a otras plantas maderables y frutales ”, explica.
Dentro del florecido bosque de cafetos, aguacates y cedros, la pareja señala las atenciones que dan a la fertilización, la regulación de sombra (pues tenía mucha, dicen), y demás actividades agroculturales.
Con señales como estas, a no dudarlo, Niceto Pérez continuará avanzando en las tareas del reordenamiento cafetalero, de lo cual han sido una buena muestra la cosecha aún en marcha y las disposiciones que continúan, con la actuación decidida de sus productores y directivos.