Por Adriel Bosch Cascaret
Fotos: Leonel Escalona Furones y Lorenzo Crespo Silveira
Todos los días me sorprendo soñando mi ciudad de Guantánamo. La sueño mejor porque la quiero sinceramente.
Esta cálida urbe, la natal aldea de Regino Boti, es la que admiro y siento. Ella me ha visto nacer y crecer, y por sus calles largas y rectas he encontrado el amor, la amistad, el dolor, la alegría, y las pintorescas, y en ocasiones deslucidas, instantáneas de una localidad que crece mientras engulle a sus vecinos de llanos y montañas como proceso lógico de búsqueda del desarrollo.
A veces la defiendo con fanatismo, pero reconozco sus problemas y desmanes, imposibles de no estar presentes, como ocurre en toda obra de amor. Ahora, ¡nadie se atreva a blasfemar de ella! Porque de seguro no saldrá bien parado.
Cada noche, cuando camino a casa, voy pensando en el futuro de mi ciudad, y mientras, disfruto de su ambiente provinciano, su centro ecléctico, los repartos modernos, y hasta los barrios marginales; esa es la amalgama que forja el esqueleto de una ciudad custodiada por ríos, que busca y necesita el amor de sus hijos, carne imprescindible para completar su ser.
Guantánamo, ciudad a veces olvidada, marchita ante las cámaras frívolas y poco curiosas, y bella mujer desnuda ante los ojos de visitantes y habitantes inteligentes y detallistas.
Este primero de diciembre mi terruño citadino arriba a los 142 años de recibir su título de Villa, patente oficial de su vida, ya existente desde el siglo 18 gracias a los emigrados franceses y catalanes que se radicaron por estas fértiles tierras en busca de comunicación directa por el Guaso hasta la gran bahía de bolsa.
Hoy, en medio de una lucha por preservar el legado cultural y dejarles a nuestros descendientes los vestigios de un pasado arquitectónico rico e interesante, es el momento de que nosotros sus hijos le demos nuevos aires, afiancemos su identidad, preservemos su rico patrimonio, aumentemos sus fronteras, el amor y el cuidado que necesita y merece.
Mi ciudad de Guantánamo es bella novia, grande, colorida, con carácter, rodeada de montañas, velada por ríos, amenazada de cerca por los soldados del gigante norteño, y patriota, musical y campechana. Esta, ciudad guajira en el corazón y hermosa a la vista, es la que sueño en todo momento, y lo confieso aquí: la amo.