Por Adriel Bosch Cascaret
Cada cual tiene sus propios motivos para celebrar el Día de San Valentín, y hay hasta quienes simplemente lo ven como una jornada más de vida.
Por lo general asociamos el 14 de febrero al amor o vínculo entre parejas. Quizás ese el motivo de que al llegar el segundo mes del año, las tiendas se llenen de enamorados y enamoradas buscando regalos para su novio, novia, marido, mujer, esposo o esposa, y hasta amantes.
En ocasiones está búsqueda de obsequios puede tener muchos matices: Unos abogan por los regalos caros y refinados, posible gracias a su solvencia económica; otros comprometen casi todo su salario en un presente sencillo; y hay personas cuyo estado monetario no le permiten gastos y tiene entonces que acudir al invento para poder matar con el detalle.
Casi siempre el hombre es quien lleva la iniciativa o de forma machista el poder, para decidir que hacer ese día, sí, porque no es solo el regalo, sino la forma en que se entregue.
Dentro de un club o discoteca los más divertidos, en restaurantes o cenas hogareñas los de estómagos más ahuecados, en un parque los más desbolsillados y hasta en el mismo portal de la casa aquellos que solo quieren salir del paso.
Existe, además, una forma que considero la más sensata: en la cama antes o después del acto veraniego de dar candela a los cuerpos con los hornos epidérmicos y musculares, no porque el sexo sea siempre muestra de afecto o cariño, una idea que quitaría a este primitivo imeneo su inigualable sensación de éxtasis y placer ocasional, sino porque el regalo carnal puede ser el sello perfecto para una velada especial entre dos personas que se quieren de verdad.
Todas las formas anteriores dependen, en parte, de la creatividad y estado financiero del que regala, y en otra, del agasajado, mire no ponga esa cara de desacuerdo, es real que existen personas que solo esperan este día para recibir un buen regalo. Te dicen “no quiero regalos” cuando en realidad esperan a ver que traes entre manos porque si le quieres de veras no dejaras de rendirle tributo material, o exclaman “puedes darme algo sencillo, sin esfuerzos, si yo te quiero sin regalos” y por dentro se repiten “si como mínimo no me traes un microwabe, estas embarcado papa”.
Aclaro, no es todos los casos, hay personas sinceras y realistas. Al final lo que vale es la intensión, sin bochornosas carreras para ver cual de los dos sube la parada (me refiero a dar el regalo más caro y no a otra cosa).
Antes las cosas eran más sencillas, un ramo de flores, un poema cursilero o una carta rosa podían salvar el día, pero en esta época son menos los romanticones renacentistas, en tiempo postmodernos hasta el amor se vuelve underground.
Al final lo importante es compartir con la persona amada y mostrar todo el cariño hacia ella.
Y para aquellos que no tiene pareja, le podría dar excelentes consejos de cómo levantar la autoestima solo, pero seguro usted ya conoce esos recursos, entonces solo queda recordarle que el 14 de febrero tiene origen como culto a las almas flechadas por Cupido, pero se extiende a otras formas amar no menos importantes: amor a la familia, amigos, localidad, patria, sistema político, naturaleza, vida material, profesión, compañeros o simplemente a la vida. Lo mejor del caso es que toda esta gente no hay necesariamente que obsequiar.
Disfrute su Día San Valentín sin ataduras ni fronteras, levántese temprano, mírese en el espejo y salga a regalar a todos el mejor de los regalos: su sonrisa y sola presencia en esta vida imperfecta.